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Sobre la Oda a Afrodita y los traductores traidores

Sobre la Oda a Afrodita y los traductores traidores

Cuando Sappho (la nuestra) publicó el artículo que veis debajo con la Oda a Afrodita, no me gustó nada la traducción que utilizaba, hallada por ella en internet, y lo retiré provisionalmente con la idea de, cuando tuviera tiempo,  buscar otra versión más correcta y volver a publicarlo. Sin embargo, lo he dejado como estaba porque creo que puede ser un ejemplo muy útil de lo que os explicaba el otro día en clase de griego sobre la imposibilidad y la inutilidad de traducir cualquier texto, menos aún un texto clásico, y no digamos ya un texto poético. Lo ideal sería comprenderlo y disfrutarlo sin más en su lengua original. Sappho (la nuestra) decía que a ella no le sonaba mal, y es cierto, se trata de una versión probablemente decimonónica, con un cierto cuidado en el ritmo de las frases y sólo moderadamente irrespetuosa con el contenido del poema original, salvo en un aspecto importante, que me extraña que a Sappho (la nuestra) le haya pasado desapercibido: en esa traducción el amante de Safo es un hombre (si rehúsa tus obsequios, pronto te los ofrecerá él mismo, v.16), mientras que en el original, no hay duda alguna de que se trata de una mujer (ταχέως φιλήσει κωὐκ ἐθέλοισα, v. 24)...  Curiosamente, tampoco han advertido esta circunstancia las responsables de las numerosas páginas y blogs de lesbianismo militante que reproducen esta misma traducción, al parecer sin haberla leído ni entendido (¡cuánta razón tiene el informe PISA!). Para que contrastéis lo diferentes que pueden llegar a ser dos versiones de un mismo poema griego os transcribo aquí la traducción de la Oda a Afrodita publicada por Aurora Luque (Safo. Poemas y testimonios, Ed. El acantilado, Barcelona 2004), poeta estimable ella misma y helenista de reconocido prestigio. En el siguiente artículo os pondré la excelente traducción de mi maestro Agustín García Calvo, hecha también por un poeta y desde el máximo rigor filológico, para que podáis compararla con las otras dos.

 

Inmortal Afrodita de polícromo trono,

hija de Zeus que enredas con astucias, te imploro,

no domines con penas y torturas,

soberana, mi pecho;

 

mas ven aquí, si es que otras veces antes,

cuando llegó a tu oído mi voz desde lo lejos,

te pusiste a escuchar y, dejando la casa

de tu padre, viniste,

 

uncido el carro de oro. Veloces te traían

los hermosos gorriones hacia la tierra oscura

con un fuerte batir de alas desde el cielo,

atravesando el éter:

 

de inmediato llegaron. Tú, feliz,

con la sonrisa abierta en tu rostro inmortal,

preguntabas qué sufro nuevamente, y por qué

nuevamente te invoco

 

y qué anhelo ante todo alcanzar en mi pecho

enloquecido: ¿A quién seduzco ahora

y llevo a tu pasión? ¿quién es, oh Safo,

la que te perjudica?

 

Porque si hoy te rehuye, pronto habrá de buscarte;

si regalos no acepta, en cambio los dará,

y si no siente amor, pronto tendrá que amarte

aunque no quiera ella.

 

Ven a mí también hoy, líbrame de desvelos

rigurosos y todo cuanto anhela

mi corazón cumplir, cúmplelo y sé tú misma

mi aliada en esta lucha.

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